A modo de síntesis se puede observar que la aplicación de programas de Educación en Valores en el sistema educativo fomentan el desarrollo de actitudes, hábitos y comportamientos positivos en el alumnado.
Los profesores que han implementado este tipo de actividades a lo largo de un tiempo adecuado informan, en general, de una gran mejora en las relaciones entre estudiantes y profesores y entre estudiantes y estudiantes, tanto dentro como fuera del aula.
Sin duda, no todo es tan directo ni sencillo y en el camino se tienen que superar pruebas y obstáculos. La principal dificultad es la resistencia e incomprensión de algunos educadores que no comprenden inicialmente el gran beneficio de la perspectiva de la Educación basada en Valores. Otro gran obstáculo puede partir de los integrantes del equipo directivo de la escuela o instituto, ya que no puede haber éxito en estas intervenciones si el equipo directivo no está alineado y motivado por un mismo propósito.
Los beneficios, sin embargo, son tan grandes que merecen el sacrificio. Con tiempo, los educadores detectan y aprecian un incremento en el respeto, el cuidado y atención, la cooperación, la motivación y la habilidad de resolver conflictos entre compañeros de aula. Los comportamientos agresivos van perdiendo fuerza a medida que las habilidades sociales positivas y el respeto incrementan. Muchas experiencias de educadores relatan sobre la creación de ambientes de estudio en el aula que son seguros, y de atención y cuidado. En suma, la creación de una atmósfera basada en valores para un aprendizaje de calidad.